La polución del aire es la causante de todo tipo de enfermedades que afectan al sistema respiratorio, a la piel e incluso a los ojos provocando afecciones y alergias oculares. Éstas son más frecuentes en las grandes ciudades donde el humo que emiten tanto los vehículos particulares como los vehículos del transporte público, así como los gases relacionados con la industria, son ineludibles. 

Los agentes contaminantes dispersos en el aire ponen en peligro la salud visual a corto y a largo plazo.

Gran parte de los habitantes que viven en zonas metropolitanas, con altos niveles de polución, no se libran de padecer ciertas molestias como:

• escozor en los ojos
• irritación
• lagrimeo
• enrojecimiento
• infecciones, etc.  

Esto se debe a que en el aire conviven partículas de polvo, de polen, ciertos tipos de ácidos y luz ultravioleta. Éstos provocan todos estos síntomas que pueden degenerar en enfermedades como la conjuntivitis o acelerar la formación de cataratas.

Una de las funciones de la película lagrimal es la de proteger al ojo. Pero la composición de ésta se ve afectada por la mezcla de aire y contaminación, por lo que no puede desempeñar esta función de escudo. A medida que el nivel de polución aumenta, los ojos van perdiendo hidratación, las personas empiezan a rascarse, arrastrando en el interior del ojo partículas contaminantes que estaban en el aire y empeorando la irritación.

Para prevenir los síntomas provocados por la contaminación en el aire, es aconsejable:

• evitar realizar ejercicio en aquellas zonas de mayor nivel de polución,
• usar gafas homologadas que prevengan los efectos de los rayos ultravioletas,
• emplear lágrimas artificiales para la hidratación del ojo (evitando el síndrome del ojo seco)
• Si ha entrado alguna partícula del aire en el ojo: lavar la superficie ocular con ellas.

En cualquier caso, es necesario acudir al oftalmólogo para que recomiende el tratamiento y evitar que los síntomas empeoren.