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Retinosis pigmentaria, ¿por qué puede producir ceguera?

29 de agosto de 2014    Deberías ver

La retinosis pigmentaria, también conocida como Retinitis Pigmentaria, es un conjunto de enfermedades oculares, de desórdenes degenerativos y genéticos, que principalmente afecta a la retina. Este conjunto de trastornos, con el paso del tiempo, produce una lenta pérdida de visión llegando incluso a provocar ceguera a la persona que sufra retinosis pigmentaria. 

Retinosis pigmentaria

Se trata de una degeneración progresiva de las partes del ojo que son sensibles a la luz. En el proceso, la retina pierde progresivamente los conos y los bastones. Al ir perdiendo las células que forman la retina, la persona que padece retinosis pigmentaria va perdiendo agudeza visual lentamente pudiendo llegar a provocar finalmente ceguera en los casos más graves.

Al principio la disminución de agudeza visual es notable en la visión nocturna que se presenta en forma de poca capacidad para adaptarse a la oscuridad o con la pérdida de visión en lugares que están poco iluminados.  Además de la ceguera nocturna y aunque se mantiene la visión central, también se hace evidente la pérdida de visión en el campo periférico (visión lateral) desembocando en la llamada ‘visión túnel’ en la que la persona necesita mover la cabeza para ver lo que se encuentra a su alrededor. Esto es debido a la pérdida de los bastones, las células que son los responsables de la visión en condiciones de baja luminosidad y responsables de la visión periférica.

A medida que pasa el tiempo, el paciente puede adquirir nuevos síntomas como la fotopsia, con la que la persona que la padece tiene la sensación de visualizar luces o destellos sin haberse producido ningún estímulo luminoso externo. La capacidad para percibir los colores puede verse afectada en las fases más avanzadas de la retinosis pigmentaria ya que las células sensibles a la luz y responsables de la visión en colores llamadas conos, también van muriendo.

La retinosis pigmentaria es hereditaria, afectando más frecuentemente a los hombres que a las mujeres. Los primeros síntomas suelen manifestarse en la infancia o adolescencia y van agravándose lentamente a lo largo de los años. La velocidad con que se pierde la visión depende de cada persona. 

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